La noche de los ojos tristes, mi hermano me contó que existía.
El amigo risueño, ya orgulloso, hasta por ello se rompía
mi otro hermano, por fin,, y de una vez, me recordó su poesía
y tú mirabas, en la noche, con ojos tristes.
Mi amor no apreció, la noche de los ojos tristes,
mi otro amigo pareció que sonreía
se acabó algún día, aquella noche entre los dos,
La noche de los ojos tristes, hasta el taxista me habló de Dios.
3 comentarios:
Y al final has caído en el embrujo de Gardel
Que sincronización, cuatro minutos de diferencia. Es pura poesía de madrugada tras horas de observación.
Un abrazo!
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