16.10.09

Veinte años sin ballet

Ni una sola atadura en el pensamiento y tal vez sea mi mejor defecto, mi peor virtud. No conozco los límites de nada. El que cave un agujero caerá en él, dice el Eclesiastés. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Exploradores de lo conocido, aviso: No puedo venir a vuestra fiesta, el médico me ha prohibido aburrirme como una morsa. Basta ya de gilipollas. Sin que importe la cara. Consistentes pero cinéticas, ciertas sensaciones me dan frío, en boca de ese nadie que son casi todos. Y para qué tanto bailar, me dije un día no pensando en mi, si yo me conformo con que lo que sea no me canse y con eso me veo en la cima, pero ante una inminente decadencia intelectual. Y si se apaga la luz... De puntillas, paso de puntillas y me caigo de cabeza en la rima, que da grima. Y me pregunto si se puede hacer sin ella. Ni uno solo de mis gestos preconcibo porque voy hacia delante o a la nada. Y las consecuencias, qué putada. Sigue buscando una respuesta, pero no me defiendas cosas que no te crees que no sé hacia dónde mirar... y por el winding road voy llegando y jamás quiese tomarlo, pero menos eludirlo. Esta es mi sencillez. Y yo me río así.
Y sí, lo revolucionario es enamorarse normal.