Con las puertas cerradas y la corriente estancada, uno diría que ya no hay peligro al catarro, aunque sí a los rayos X. Fenomenal, gregaria y absurda, la desconfianza se agarra a lo que no habría que querer saber y rompe el baile, impone su gris. Y hiende. Como de un tabú de la niñez me atrevo ahora a hablar de ella porque le he visto la cara: Ya sé quién es y no es quien quiere.ser, pero era más facil hablar de ella cuando no era mia, too close to comfort? y cuando no sabía que era tan pegadiza. Y vírica. No voy a prometer nada porque me está escuchando y es capaz de oirme. Sólo un aviso: Ahora soy yo quien desconfía de ti.
19.4.10
7.4.10
Qué bien, qué bien, la metáfora del tren
Observo con disimulo a la pelirroja del metro inquieta ante su propio reflejo. Se está acomodando un rizo en la frente que hoy tiene vida propia. Si el rizo no cae en su sitio es el fin, ese día no merece ser vivido, piensa en un posible cambio de look. A que me rapo. El rizo viene y va y yo no veo el antes y el después, no es el rizo, pelirroja, pienso. Me preocupa en especial la rebeldía invisible del pelo ajeno y los guapos maduros que me hacen parecer Igor o unga-unga. Pero ya casi no. Siempre no.
¿Eliges lo que quieres o te quedas con lo que no abandonas? No eludir las mierdas gigantes tiene sus ventajas. Por ejemplo: te puede engordar la cabeza y puedes presumir de ser un valiente.
Una de esas cosas que se ve mejor desde fuera: los cambios de los demás. Los cambios de los valores, antes lo primero era la montaña, ahora la oficina. Esas cosas. Siendo un clásico me sigue interesando, en especial cuando es involuntario. Con todo lo que conlleva involuntario.
Paños calientes, y qué le ha pasado a mi vida, y se acabó bajar rodando. Y te rapas la cabeza. Y sigues bajando.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)