Le envié esta foto a mi madre. Fíjate qué guapo está tu hijo, le dije para acompañar el regalo. Mi madre es una fanática de las fotos. Mientras medio mundo actuaba y el otro medio fotografíaba, ella, almacenaba, archivaba y ponía la fechita en el anverso. Esto siempre me ha parecido de lo más guay y sencillo hasta que empecé a tener mis propias fotos, y, lo confieso, es una labor para la que estoy imposibilitado. Mis fotos campan por latas, cajas y ahora dvds sin orden (iba a decir y sin concierto). El caso es que mi madre, ducha ella en el arte del análisis plástico, me dijo al ver la foto: un poco cara de mala hóstia, ¿no? Yo me puse nervioso ante la observación, así que repliqué no que va, sólo es que hacía mucho viento. Falso, en esa foto estoy que trino.
La verdad, no sé que extraño interés tengo en que mi madre crea que soy un eterno bobo sonriente.