26.8.11

venga ya

En las fiestas mayores de Cantabria, J se bebía un cachi de trago y se echaba al hombro una moza. Vamos pal bosque, le decía. Y luego otro cachi y otra moza hasta que acababa la orquesta. Pero hace muchos años ya y ahora tiene interés en contarlo y convencer a todos que no es tan modosito. Pura bondad.



¿Y como nos pillará todo esto visto en unos años? Suspiro y me sujeto la carita y, de algún sitio -ya casi escondido- reaparece un sentimiento sin peso, melancólico que ve marcharse de nuevo el tren.


Pues tampoco era este el mío.

9.6.11

Al querer morder la paradisíaca manzana y acabar en una entrevista de trabajo haciéndose pasar por una persona seria

Ellos: - Serem allò que volguem ser! Uno obtiene siempre obtiene lo que desea... si le pone ahínco.

Yo:- Pero yo digo, ¿y por qué tengo yo que tener tanta energía, si lo que yo tengo es creatividad y entonces seré yo primero un vago, luego un fracasado y después un fracavago?






Allí no habría paro. Porque el que no trabajara se podría inventar un trabajo. Muchos pequeños talleres resurgirían en los barrios. Los comercios se llenarían, pero no habría cola para pagar. También habría grandes empresas con grandes edificios. ¿Dónde si no albergar los gimnasios de entrada libre, piscinas públicas y esos tubos para bajar como el que tienen los bomberos? Cada empleado trabajaría exactamente las horas a la semana que quisiera y cada empresa organizaría una fraternal cena cada viernes bajo las estrellas. No habría departamentos de Recursos Humanos, porque los derechos se los pondría cada uno. No se pagaría en dinero porque no existiría el dinero. Medida con la que se acabaría (por orden de aparición) la codicia, la desigualdad y la crisis.


Y lo más parecido al dinero sería un gran doblón roto, erosionado y con unos agujeros que sirven para ser usados como prismáticos con los que ubicar alineadas las tres islas que indican el camino del tesoro en el lluvioso atardecer selvático de los muelles de Goon.

3.2.11

Negativos

Solíamos acudir a aquel antro muy a menudo. Y aunque era demasiado todo, demasiado oscuro, demasiado frío, demasiado humo... era nuestro bar. Y allí estábamos otra vez los dos en una de esas tardes residuales que no sirven para nada más que para recordar o proyectar algo. Algo no demasiado pesado, porque estábamos cansados del día de trabajo y del cansancio en general. Y charlando acerca de todo, por decir de nada de otro modo, llegamos a la conclusión de que ya le habíamos vito antes.
Era un cincuentón circunspecto y con muchas y atractivas arrugas que parecían de cartón, sí era él. Registrando nuestros recuerdos, dímonos cuenta de que siempre había estado allí. Intentamos recordar un solo día en que aquel tipo no se encontrara sentado en aquel taburete y nos fue imposible. Era parte del bar, aunque habíamos tardado años en apreciarlo. De modo que optamos por preguntarle al camarero, nuestro camarero de siempre:
-Y aquel tipo del fondo, ¿siempre está en el bar? No recordamos un sólo día que no estuviera allí sentado.
Nuestro camarero distrajo su mirada del vaso que estaba secando y dirigió sus ojos hacia el extraño. Y llevándose el trapo al hombro nos confesó: -Es curioso... él me acaba de preguntar lo mismo sobre vosotros...